Un producto de Somos del Tuy Medios, C.A.
Rif J-50273514-3
Escucha nuestra radio on line Somos del Tuy Radio - De Los Valles para ti
-
Jesucristo en bluyín y franela
Sábado, 20/1/2024 En el proceso de la comunicación, qué importante es abrirse a la experiencia del otro. Reconocer no sólo a través de las palabras o el lenguaje verbal, sino sobre todo el no verbal, aquello que una persona en determinado momento desea transmitir. Qué gratificante resulta para el que comparte su experiencia, sentir que su interlocutor, efectivamente, le está prestando atención y que no sólo es un cuerpo inerte haciendo las veces de alguien que recibe información sin procesarla.
Ahora bien, quizá uno de los principios más importantes y difíciles de todo el proceso comunicativo es el saber escuchar. La falta de comunicación que se sufre hoy día se debe en gran parte a que no sabemos escuchar a los demás. Se está más tiempo pendiente de las propias emisiones, del ruido que generan nuestros propios pensamientos, y en esta necesidad propia de comunicar se pierde la esencia del proceso, es decir, aquello que nos invita a poner en común y compartir con los demás.
Abrirnos a la experiencia de escuchar activamente, requiere un esfuerzo superior al que se hace solo hablando, y al que se hace de igual forma, solamente escuchando sin interpretar lo que se nos dice. Darle fuerza a la frase: “Soy todo oídos”, significa escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla. Y, ¿cuál es la diferencia entre el oír y el escuchar? Existen grandes diferencias. El oír es simplemente percibir vibraciones de sonido. Mientras que escuchar es entender, comprender o dar sentido a lo que se oye.
La escucha efectiva tiene que ser necesariamente activa por encima de lo pasivo. La escucha activa se refiere a la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo. Para llegar a entender a alguien se precisa asimismo cierta empatía, es decir, saber ponerse en el lugar de la otra persona. En ese orden de ideas, existen un conjunto de elementos que facilitan la escucha activa, tales como son la disposición psicológica, que significa: prepararse interiormente para escuchar. El observar al otro, que se refiere a identificar el contenido de lo que dice, el propósito del mensaje y los sentimientos. Dar señales de reconocimiento, que tiene que ver con el expresar al hablante que le escuchas con comunicación verbal (uso de frases como ya veo, umm, uh, etc.) y no verbal (contacto visual, gestos, inclinación del cuerpo, etc.).
Por otra parte, hay algunos elementos que debemos evitar para que la escucha activa sea posible; por ejemplo, no distraernos, no interrumpir al que habla, no juzgar, no ofrecer ayuda o soluciones prematuras, no rechazar lo que el otro esté sintiendo, no contar tu historia; cuando el otro necesita hablarte, no contraargumentar. Y finalmente, evitar el síndrome del experto, que se refiere a la necesidad que veces tenemos de mostrar que tenemos las respuestas al problema de la otra persona antes incluso que ella nos lo manifieste. Como se aprecia, es una tarea compleja pero no imposible de lograr.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
humbertoluquemendoza@gmail.com
-