Con la Virgen María agradecemos al Señor por tantas mujeres que, pese al dolor, encuentran en su fortaleza interior la valentía para animar a otras. Ellas nos inspiran a dar el primer paso en la defensa de la vida en todas sus formas. Ellas nos impulsan a romper los círculos de muerte, odio y desesperanza. María, como madre de nuestro Señor, nos acompaña en nuestro caminar, dándonos fortaleza, fe y esperanza para transformar el mundo con amor y justicia.

María conoce por experiencia personal la oscuridad del Sábado Santo, ese dolor profundo que puede penetrar hasta el fondo del alma. Por ello, ella es nuestro consuelo y sostén espiritual. Como madre de la esperanza, se mantuvo firme, enseñándonos a perseverar con paciencia y paz.

Hoy, cuando muchos han perdido la fe en la vida eterna y en el regreso del Señor; La impaciencia y el ritmo acelerado de nuestra cultura hacen que cualquier retraso en la manifestación de los signos divinos parezca insoportable. Sin embargo, al acoger a la Virgen en nuestras vidas, en nuestros hogares y en nuestro mundo, estamos llamados a dar el primer paso hacia la reconciliación, el perdón y la paz que Cristo nos regala.

No tengamos miedo: invoquemos a María con fe y esperanza en este Sábado Santo de incertidumbre. Ella, Madre de la Esperanza, nos sostiene y nos consuela, porque es la Madre de Dios.

Adolfo Gelder

adogel@gmail.com