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Redaccion
Lunes, 18/4/2022 Llegó el día más importante de la Cristiandad: el Domingo de Resurrección, la fiesta central de la Iglesia Católica Universal donde celebramos con profunda alegría el que Jesucristo nuestro Señor se levantó de entre los muertos como lo había prometido para darnos la esperanza de la resurrección al final de los días.
Imaginemos por un momento que estamos allí al lado de los discípulos y de María Santísima viviendo los acontecimientos ocurridos el 14 de Nisán de hace veinte siglos: hemos pasado por el dolor de ver al Maestro Jesús ser aprehendido en el Getsemaní,
luego presentado ante el sanedrín, llevado ante el procurador romano de Judea Poncio Pilatos, posteriormente ante el Rey Herodes, condenado, flagelado en el litostrotos, coronado de espinas, cargado con la cruz por la vía dolorosa, crucificado, muerto y
sepultado en el sepulcro nuevo conseguido por José de Arimatea, todo en un solo día.
Después de sepultar rápidamente el cuerpo del Maestro, puesto que ya empezaba el día de reposo, hemos regresado a nuestro sitio de reunión secreto muy tristes de haber contemplado todo aquello y asustados porque en cualquier momento los romanos pueden irrumpir en nuestro escondite para hacernos crucificar también a nosotros.
María, la madre de Jesús nos conforta y consuela diciéndonos que recordemos lo que el maestro ha dicho “Un día, estando aún en Galilea, les dijo: “Alguien me va a traicionar y me va a entregar a los que quieren matarme, pero al tercer día resucitaré. Los discípulos se estremecieron de tristeza y temor", Mt 17:22-23. Imagínense lo que vivimos esas horas mientras llegaba el día domingo cuando se debía cumplir la promesa del Maestro.
Llegó el domingo y como el cuerpo de Jesús no había sido lavado y ungido con ungüentos como es tradición en el pueblo judío, salieron las mujeres al sepulcro a realizar estas labores al cuerpo del maestro, iban María Magdalena y María, la de Santiago, y Salomé que habían comprado aromas para ir a embalsamar a Jesús. Llegan de mañana cuando el sol estaba saliendo. Se están preguntando quién les ayudaría a mover la piedra del sepulcro. Mc 16:1 y ss.
Analicemos el evangelio de Marcos (16,1-8). Según él, las mujeres fueron al sepulcro «a la salida del sol». Probablemente Marcos no conocía el horario real en que ellas concurrieron a la tumba, pero quiso presentar una escena simbólica. En efecto, él ya había dicho que al morir Jesús una gran oscuridad cayó sobre toda la tierra (Mc 15,33).
Ahora que resucita, dice que el sol ha salido sobre la tierra. Se trata de la luz de un nuevo mundo que está amaneciendo; de una nueva era, aunque las mujeres del sepulcro aún no lo sabían. Para Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro. ¿Por qué? Porque, así como Jesús había tenido tres discípulos preferidos (Pedro, Santiago y Juan), y que al morir el Señor habían huido y lo habían abandonado, ahora coloca tres mujeres que permanecen fieles a Jesús, como reemplazantes de aquellos discípulos que le fallaron. Por eso las tres están el día de su muerte (Mc15,40) y el día de su resurrección (Mc16,1).
En Marcos, las mujeres encuentran en el sepulcro a un joven sentado a la derecha y vestido de blanco, que les dice que Jesús ha resucitado y que los discípulos deben viajar a Galilea para verlo. ¿Quién es este joven? Se trata de un personaje simbólico, que de algún modo representa al mismo Jesús en su nueva forma de vida. Por eso lo representa como joven (la eterna juventud que da la resurrección), vestido de blanco (el color de la vida eterna), y sentado a la derecha (como Mesías glorioso).
Marcos termina de un modo insólito: las mujeres huyen asustadas y no cuentan nada a nadie. ¿Por qué Marcos deja la angustiosa sensación de que no se predicó la resurrección? Quizás para llamar la atención de algunas comunidades cristianas, que, por miedo o negligencia, habían abandonado la tarea de predicar la resurrección, y hacían peligrar el futuro de la fe.
¿Qué pasó exactamente la mañana de Pascua? Resulta difícil saberlo, porque los evangelistas no intentaron trazar un cuadro histórico de los hechos. Pero es posible suponer así los sucesos centrales de aquel día: El domingo por la mañana (no el sábado
a la noche), algunas mujeres fueron a la tumba del Señor, quizás a llorar según la costumbre judía y a ungir el cuerpo. Estando allí, tuvieron una experiencia de la resurrección de Jesús imposible de expresar con palabras humanas, convirtiéndose, así, en las primeras en advertir que Jesús estaba vivo. Mientras tanto los discípulos ya no estaban en Jerusalén.
Después de los acontecimientos del Viernes Santo, y pasada la Pascua, habrían regresado a Galilea, de donde eran todos, pues ya no tenían nada que hacer en la capital. Y allá, en Galilea, tuvieron su propia experiencia de Jesús resucitado. Entonces regresaron a Jerusalén, donde hallaron que las mujeres habían vivido una percepción semejante.
Por su parte, cada evangelista trató de resaltar lo que, de estos hechos, era más importante para la fe. Así Marcos quiso enseñar que Jesús, que realmente había muerto, estaba vivo otra vez, y en Galilea (lugar de la vida diaria del maestro y del trabajo cotidiano) era posible encontrarlo de nuevo.
Pero en una época en que la mujer no contaba para nada, no era valorada, y ni siquiera podía ser testigo de un juicio (pues se la consideraba poco creíble por ser proclive al chisme), los cuatro evangelistas coinciden en que fueron unas mujeres las primeras en recibir el encargo de proclamar la noticia de la resurrección. Lo que se les pide, en definitiva, es que busquen la manera de hacerse creíbles. Y ellas lo cumplieron. Y gracias a ellas hoy millones de cristianos creen en la resurrección del Señor.
Es la tarea que el mundo espera de la Iglesia: que sea creíble como aquellas mujeres lo fueron.
Para que en medio de tanto engaño y de noticias falaces, el mundo acepte la Buena Noticia de Jesús.
El sepulcro esta vacío, el cuerpo no está, luego el Señor se aparece en varias oportunidades a los discípulos y a las mujeres, incluida seguramente su Madre María, hasta el día de su Gloriosa Ascensión a los cielos.
La poderosa fuerza de Dios y el Espíritu Santo llenaron de una energía indescriptible el cuerpo inerte de Jesús en el sepulcro y lo levantaron de entre los muertos para darnos vida y vida en abundancia.
Nicolás Castro, Miguel Palacios
ndcd2406@gmail.com, shjmiguelacios78@hotmail.com