En comunicación se desperdicia energía cuando el mensaje no produce ningún resultado, o por lo menos no aquel que se espera por parte del emisor. Cuando nos comunicamos con alguien, todo nuestro cuerpo habla. Es importante prestar mucha atención a toda la dinámica que se establece mientras interactuamos con otras personas. Observe sus gestos durante una conversación. Procure percibir también su tono de voz, su forma de expresarse, el sentimiento con que lo hace. Todos ellos son factores que van mucho más allá de las palabras. Pero hay que aclarar, no basta con observarse a sí mismo, es también fundamental observar y prestar mucha atención a los demás, al interlocutor. Hacerle sentir que en ese momento que conversa con usted no existe nadie más, y que se está abierto a percibir de él o de ella no sólo las palabras sino en general aquello que quiere expresar con la mirada, los gestos, el lenguaje corporal.

Ahora bien, dado que estamos constantemente en contacto con la gente y que es cada vez más frecuente el trabajo en equipo, resulta importante, por no decir vital, que nuestro mensaje sea entendido por el destinatario del mismo; especialmente si consideramos que en muchas ocasiones nos vemos en la situación de tener que dialogar con personas de diversas edades o con referentes culturales distintos a los nuestros. En esos casos, pudiera producirse la sensación de que existe una brecha generacional o cultural que dificulta la comprensión mutua, y es allí que nuestro esfuerzo por conectar debe agudizarse, en aras de poder transmitir efectivamente el mensaje.

Por otra parte, hay que tomar en cuenta algunos principios básicos que todo buen comunicador debe considerar. El primero de ellos, es que sabe a dónde quiere llegar. Si descubre que a la hora de comunicarse se ha desviado retoma su rumbo, evita la dispersión. Para ello debe ser flexible, si no se obtiene la respuesta que busca lo más indicado es cambiar, hacer cualquier otra cosa pues de lo contrario corre el riesgo de obtener la misma insatisfactoria respuesta.

Y es que no todos los seres humanos somos iguales, por lo tanto, no respondemos de igual manera a los mismos estímulos, eso implica que no podemos tratar a todas las personas del mismo modo. Sólo si estamos atentos a las respuestas que generamos y somos lo suficientemente flexibles para modificar nuestro comportamiento cada vez que nos alejamos de nuestra meta, podremos aumentar las posibilidades de alcanzarla.

Asimismo, debemos estar muy atentos a la forma cómo se da el proceso comunicacional. Muchas veces estamos tan metidos en nuestros planteamientos y en nuestro mundo, que en lugar de comunicar lo que tratamos es de imponer nuestro punto de vista, sin importar lo que el otro quiera o piense. Y allí, de plano, se levanta un muro que lejos de acercar nos separa.

Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348

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