Jesús dijo: "El que busca salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por amor a Dios y por el evangelio, la salvará." Esta es una verdad que proclamamos cada vez que celebramos la fiesta de un mártir; por cuánto fue torturado y luego asesinado, ese martirio lo celebramos como una gran victoria, porque el mártir murió por amor al Señor y, por esa muerte, ahora vive para siempre con Jesús en el cielo. La fiesta de los Santos Inocentes es la articulación más poderosa de la fe cristiana, una de las más desafiantes que tenemos en todo el ciclo litúrgico. El propósito de la vida humana es morir por Jesús en las pequeñas cosas y en los momentos ordinarios, e incluso en los extraordinarios. Es una verdad que muchos no quieren aceptar ni vivir.

El Rey Herodes no quería vivirlo. Cuando escuchó que los Reyes Magos hablaban de un recién nacido rey de los judíos, del mesías tan esperado, vio a Jesús como una amenaza. Cuando los magos no cayeron en su trampa de regresar a él para decirle dónde encontrarían al niño para poderlo asesinar selectivamente, mató a todos los niños pequeños en el área. Su falta de voluntad para servir incluso a la Deidad en la venida del mesías lo llevó a hacer tanta maldad. Herodes había sido en un tiempo un hombre fiel, porque fue quien construyó el templo y seguía la ley de Moisés, pero comenzó a corromperse por la lujuria, el placer y el dinero. Luego, se opuso totalmente a los sacrificios grandes y pequeños, ni siquiera quería tolerar a personas que no estaban de acuerdo con él.

Por eso asesinó a la mayoría de los miembros del sanedrín, asesinó a su esposa, a su suegro, a tres de sus hijos. A su muerte, había asesinado a la mayoría de los ciudadanos principales en Jerusalén y sus alrededores. Lo mismo sucede con nosotros actualmente. Hoy, en la fiesta de los Santos Inocentes, en todos esos católicos cristianos que se creen buenas personas, pero apoyan y financian la muerte de niños y niñas inocentes en el vientre de su madre a través del aborto. Creen que están en las profundidades. Por intersección de los Santos Inocentes, pidamos conversión y misericordia para todos aquellos que pierden la vida por causa de Cristo y del Evangelio, sabiendo consciente o inconscientemente que con Dios siempre ganamos.

María García de Fleury

Apostolado Mundial de la Virgen de Coromoto

Agencias