Más bien se trata de un Dios cotidiano, ante quien nos sentimos buenos, obedientes de las leyes y responsables, de hecho, el respeto y la convivencia son las bases de los mandamientos entregados por Dios a Moisés para vivir en libertad y paz a su salida de Egipto.

Los diez mandamientos se centran precisamente en el respeto al don sagrado de la vida y a la autoridad, así como al establecimiento de límites y controles obligatorios, ya que la voluntad de los seres humanos es muy frágil. Los mandamientos son el pacto necesario que nos asocia como individuos y nos hace trascender de un mero acuerdo entre los hombres, pues se ancla en las reglas máximas de Dios.

Esto es así, porque Dios se nos presenta como el Padre omnipresente en la vida humana y como paradigma de la perfección, y si me permiten también podría decirse que es el gran policía al que todos tememos porque nos vigila hasta en lo más profundo de nuestros pensamientos, nos da la confianza de asumir sus leyes como nuestras para repartirlas y obedecerlas en una fórmula de protección y supervivencia.

Para la religión, sin embargo, el hombre en su imperfección es naturalmente bueno porque fue creado a semejanza e imagen del padre, por lo tanto, sin coacción divina y por convicción propia respetara a su prójimo tratándolo como hermano facilitando el entendimiento y la convivencia.

Ya sea por convicción o por temor, Dios es determinante en el desarrollo de valores para la vida y su influencia sigue estando presente hasta en países en donde sus gobiernos o cultura se desvinculan abiertamente de la religión católica.

Pueden resultar difícil suplicar a Dios para construir seguridad, pudiéramos estar tentados a suponer que si no creemos en el viviremos abandonados y desamparados a los vaivenes de la vida, en este sentido, mi entendimiento es limitado, ya que solo puedo pensar que los hombres desde nuestro nacimiento llevamos a Dios, así algunos duden de su existencia, por lo que venimos codificados en nuestra esencia para proteger lo que nos pertenece y lo que queremos, de no ser así, abandonaríamos a nuestros padres al hacerse seniles y ancianos o abandonaríamos a nuestros hijos al momento de su nacimiento.

Como profesional de la seguridad me toca enfrentar duras realidades de la muy terrenal e inhumana inseguridad, pero en estos momentos me siento muy tranquilo porque sé que Dios me acompaña en la construcción y creación de la cultura de prevención para mis hermanos terrenales.

@adogel

T:me/seguridadintegral

Adolfo Gelder

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