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Tuyemérides
Los Valles del Tuy, 20/2/2023 Aquel 20 de febrero de 1814 el miedo y la incertidumbre embargaron de manera sorprendente a nuestro pueblo, el pánico era inevitable, la muerte venía galopando a caballo, y sin duda, acechaba a los escasos 4.000 pobladores que tenía Charallave para ese entonces, estaba escrito, y su victoria unos días antes así lo afirmaba, el temible y sanguinario Rosete tomaría por asalto al pueblo y lo devastaría para alimentar su cruel e inocultable maldad… exactamente nueve días antes, el 11 de febrero de 1814, la barbarie representada por Rosete había cometido una brutal masacre en Ocumare del Tuy.
En compañía de unos 2.000 hombres, sin ningún tipo de piedad, Rosete masacró a militares y civiles sin distinción de sexo o edad, incluyendo aquellos que buscaron refugio en la iglesia de Ocumare del Tuy; en esa época, el militar español y comandante del Ejército Real de Barlovento, José Tomás Boves (conocido como El Urogallo y El Taita) ordenó a Rosete marchar hacia Caracas a través de Los Valles del Tuy, para que realizara las ya acostumbradas acciones criminales en contra de la población civil, en el marco de la guerra a muerte decretada por El Libertador Simón Bolívar, el 15 de junio de 1813.
Pero aquí en Charallave, la historia definitivamente fue otra, quizás versiones encontradas que sin duda alguna han generado controversias, por una parte, entre quienes a lo largo de muchísimos años han estudiado la historia de nuestro pueblo, y por la otra, quienes de manera fervorosa han creído fielmente en los milagros de nuestra patrona Santa Rosa de Lima; no pretendemos poner en duda la valentía, la fuerza, la entrega total y el coraje, demostrado por nuestro héroe independentista José Félix Ribas, quien en su parte oficial de combate, publicado en la Gaceta de Caracas, anunciaba el triunfo del pueblo sobre las tropas del realista Francisco Rosete en su cuartel general de Charallave, cito:
“…Las armas de Venezuela, siempre triunfantes, acaban de tener la gloria de haber derrotado completamente al pérfido Rosete, en su Quartel General de Charayave, con 800 ó 1000 hombres. Como su situación es ventajosísima, creyeron hacerse firmes, y sacar todo el partido de que eran capaces, si las tropas de la República no tuvieran siempre el valor preciso para superar todos los obstáculos.
A las 12, nuestras tropas se encontraron con una avanzada enemiga en el sitio del Potrerito. Fue batida. Le tomamos los fusiles y todos los caballos ensillados en que hacían su gran guardia. A las dos de la tarde, llegamos frente a este pueblo y haciendo desfilar 100 hombres de infantería, y 50 de carabineros, por la hacienda de cacao de los Alvarengas, para que le atacasen por la retaguardia; di órden al exército para que inmediatamente esta división rompiese el fuego, y atacasen de frente con toda la fuerza: efectivamente sucedió así; pero con tan buen éxito que aún no había cumplido una hora de fuego quando ya se había decidido á nuestro favor, tomándoles el pueblo, y poniéndose ellos en una precipitada y vergonzosa fuga; uno siquiera no pudo tomar el camino de Ocumare ni Santa Lucia. Todo el que no ha sido prisionero, muerto, ó herido, se ha encumbrado por la sierra, sin que uno vaya unido á otro: nuestras tropas le han perseguido por diversos puntos, encontrando los caminos de las serranías cubiertos de lanzas, caballos y cadáveres”. (sic).
Ese es el parte de guerra de José Félix Ribas en la ya conocida Batalla de Charallave, está escrito para la historia, sin duda alguna, pero sin embargo no quisiéramos subestimar la esencia misma de la sabiduría popular, anclada en la fe religiosa (“es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”) en tal sentido, cuenta la tradición popular, que en la víspera de aquel 20 de febrero de 1814, los feligreses que aún permanecían en Charallave, elevaban sus oraciones a Santa Rosa de Lima en rogativas constantes dentro y fuera del Templo Santo.
Pedían fervorosamente para que intercediera ante el Todopoderoso y la barbarie no se consumara, y, de manera inesperada, los habitantes de aquel viejo Charallave quedaron impresionados al ver, muy cerca de las 12 del día, una enorme polvareda que se levantaba en las inmediaciones del viejo camino hacia Caracas, y de acuerdo a la tradición oral, el sanguinario Francisco Rosete al ver aquella inmensa nube de polvo que emergía muy cerca de su feroz ejército, y pensando que se trataba de un contraataque de un gran Ejército Patriota liderado por José Félix Ribas, salió despavorido y decidió seguir su camino, abandonando, incluso, parte de sus bestias e implementos de guerra.
Según cuenta la historia cotidiana, aquella que en muchas oportunidades ha marcado definitivamente el rumbo de los pueblos, uno de los feligreses que acompañaban la rogativa, había soñado unos días antes con Santa Rosa de Lima, que se le había aparecido advirtiéndole que en pocos días vendría un personaje satánico para Charallave con pretensiones de desaparecer a su pueblo, pero que ella no lo permitiría y Santa Rosa le dijo en el sueño que no tuvieran temor ya que “a mi pueblo no entrará”...
Y fue así como aquella polvareda que emergía del suelo charallavense aquel 20 de febrero de 1814 produciría la sigilosa huida de aquel personaje sanguinario llamado Francisco Rosete, cuyas pretensiones no eran otras que la de acabar de manera brutal con los habitantes de aquel viejo pueblo de algunas callecitas de tierra o de caminos de recuas, o de picas y conucos, o de haciendas y ganado, aquella enorme polvareda que salvó a Charallave quedará, según la tradición popular, como parte de esas historias de mi pueblo, de las historias poco contadas de aquel Charallave de antaño, que nos dejó un recuerdo en cada esquina.
Fuentes:
Juan Quintana
juanjquintanag@hotmail.com