En el tema que nos ocupa, a propósito de los resultados electorales del proceso del 28 de julio, ya no hay dudas de quien ganó; y por bastante margen. Pero resulta que el cliente es más malamañoso de lo que aparenta, sabe que si paga la deuda queda desnudo y su destino será tormentoso.

En la primera fase del proceso se encontraron muchos obstáculos; recordemos los inconvenientes que ocasionó la judialización de los partidos políticos, lo cual culminó con una división política en todo el país; para que se inscribieran los nuevos votantes en el exterior y dentro del país fue todo una batalla que culminó con poco éxito; obtener el voto en el extranjero no fue del todo complaciente, muchos obstáculos. La escogencia de la candidatura misma fue un trauma que se pudo reponer, pero costó mucha incertidumbre.

En el proceso de la campaña fuimos testigos de las múltiples alcabalas que le pusieron a María Corina para llegar a un pueblo a llevar el mensaje de cambio; los problemas para instalar las mesas electorales también fueron traumáticos, incluyendo la acreditación de los testigos. El menor de los problemas fue votar.

Ahora, en la fase “cobrar” estamos enfrentando una similar o peor situación. Las fases anteriores correspondía enfrentarlas a la dirigencia política, la dirigencia de la Plataforma Unitaria Democrática, en concordancia con el Comando de Campaña Con Vzla, quienes hicieron lo suyo. Imposible dejar de mencionar la enorme participación del voluntariado. Ahora le toca a la ciudadanía, a lo que otros llaman el soberano, cumplir con esa etapa: cobrar; y, lo está haciendo. Sólo que estamos viendo los daños colaterales, con muchas vidas perdidas y muchos presos; injustamente.

Dudas, incertidumbre, indignación se apoderan del ambiente nacional. La psiquis del venezolano está siendo bombardeada por un torrente de información que fluye de las redes sociales; unas con mala intención, que salen de la sala situacional del régimen; otras provenientes de la ingenuidad popular, que lejos de informar, confunden, propician el miedo colectivo.

Ante este maremágnum de cosas, lo más prudente es conservar la calma, que no es fácil; tener paciencia, más de la que hemos tenido; no participar en actividades violentas, respetar las normas, buscar información fidedigna; y orar, orar mucho. Siempre hay un Dios que nos escucha.

Así mismo, si en algo nos puede reconfortar el espíritu y elevar nuestro ánimo, debemos internalizar que GANAMOS; logramos lo que hemos venido buscando desde hace un cuarto siglo. Ya habrá tiempo para celebrar y luego contarle a la siguiente generación lo que pudimos hacer para darles un país libre. Dios bendiga a Venezuela.

Rafael González

rafagonrg@gmail.com