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Cuento de Navidad para el Tuy
Domingo, 17/12/2023 Érase una vez tres niñas que eran hermanas que vivían con su abuela, tía y papá. El papa de las niñas trabajaba en un mercado y vendía verduras, legumbres y otras cosas, pues el señor tenía su propio conuco, la abuela y la tía eran emprendedoras pues preparaban todo tipo de dulces criollos. Y a las niñas les gustaba cantar aguinaldos y lo hacían muy bien, pero no solo eso también tocaba cada una un instrumento, la primera hermana tocaba el cuatro, la segunda hermana tocaba el tambor y la tercera hermana tocaba el furruco.
Las niñas empezaron a tocar sus instrumentos y a cantar espontáneamente y poco a poco fue llegando gente que les gustaba como cantaban las niñas. ¡Pero sin darse cuenta las niñas tenían dinero! que las personas colocaron por el gran talento que tenían las jovencitas; las hermanas iban todos los días por la tarde a la plaza para dar un paseo diario, y las personas les pedían que cantaran esos aguinaldos que ellos disfrutaban tanto, y cada vez que terminaban de cantar una canción les gritaban a coro ¡otra, otra, otra..!.
Esas jóvenes al oír que les decían que cantaran otra, el corazón se les llenaban de mucha alegría. Pero había tres jovencitas que eran envidiosas que juntas expresaban comentarios negativos y groseros frente a las niñas, pero las tres hermanas no hacían caso a esos comentarios y siguieron adelante. Luego por la noche las niñas le comentaron lo sucedido a la tía para que las ayudara a administrar el dinero reunido. Dijo la tía: mis niñas ustedes deberían aprovechar de comprarse los juguetes que soñaban y la ropa que querían ya que solo tendrán la cena. Las niñas al oír lo que les dijo su tía, se quedaron pensando un rato y llegaron a la decisión de comprar suficiente alimentos para compartir en grande.
Por otro lado las vecinas envidiosas se preparaban para ir de compras al centro comercial donde compraban lo más costoso del lugar sin importar el precio que tuviera. ¡Llego el día más esperado! en la casa de las tres hermanas se respiraba un aire navideño, con olor a hallacas, música y alegría por doquier, se reunió la familia junto a los vecinos compartiendo la fortuna de tener alimentos y detalles pequeños pero muy emotivos para los niños del barrio y decían: ¡ay! que sabrosa comida que lindos detalles, gracias por esto tan bonito. Luego las tres hermanas notaron que al final de la calle estaban sus vecinas las envidiosas muy desanimadas, ya que por muchos lujos que tenían el espíritu navideño no había tocado la puerta de sus corazones. Porque no sabían compartir lo mucho que tenían. Y decidieron buscarlas e invitarlas a su celebración diciendo: ¡Hola! chicas miren ¿por qué no se animan a ir a nuestro hogar? a disfrutar y compartir, ellas aceptaron la invitación rápidamente, la alegría de las niñas era notoria al estar acompañadas de tantos niños su emoción era contagiosa y pasaron la navidad más maravillosa de sus vidas. Ellas decidieron disculparse con las tres jovencitas por los malos comentarios que decían al frente de ellas y al mismo tiempo agradecerles por enseñarles el valor de la sencillez y el compartir con amor lo que tenemos.
Y este es el FIN.
Autor: Rubysmar Valdespino - 10 años / Tomás Lander