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Jesucristo en Bluyín y Franela
Jueves, 9/11/2023 Cuán importante es un abrazo para hacer sentir a quien lo recibe, lo especial que es y el significado que tiene para aquel que lo propicia. Y mucho más, cuando este gesto se da en el contexto del hogar y la familia. Cuantos testimonios no existen de personas que terminaron sus vidas en una cárcel o en la calle por errores que cometieron, y cuando expresan o cuentan parte de su historia de vida, señalan que nunca recibieron un gesto de cariño por parte de sus padres (si es que los conocieron) o de algún familiar que les hubiera hecho sentir importantes.
Y es que en esa línea, el abrazo es una expresión de sentir afecto que genera conexión; estimula la cercanía; hace posible el compenetrarse; genera un clima de calidez y paz, y favorece la unión entre dos personas. En estos días, se celebra por parte de la Iglesia Católica, el día del “Abrazo en Familia”, que no es otra cosa que la invitación que como pastoral se hace para que las familias se unan, se acerquen, se comuniquen…En definitiva, logren conectarse.
Si supiéramos lo importante que es que nuestros hijos, padres y hermanos, nuestros abuelos o cualquier miembro de la familia, se sienta querido y respetado en el seno de su núcleo familiar, veríamos con sorpresa el impacto que esto tiene en la sociedad. Observaríamos niños menos temerosos, adolescentes menos confundidos y adultos más propensos y dados a brindar amor sin tanto miedo al qué dirán. Si nos diéramos el permiso de abrazar más, sin tanto recelo, de seguro tendríamos una sociedad menos agresiva y hostil; menos escrupulosa y “atorrante” a la hora de relacionarse.
El abrazo es un gesto que acerca y aproxima, que contrarresta y derriba el muro de los prejuicios, la altanería, prepotencia y la soberbia que separa. El abrazo no entiende de limitaciones. Si no, preguntémosle a aquellos que por alguna circunstancia no cuentan
con sus brazos, a ver qué dicen cuando se les consulta sobre si quisieran o no abrazar a un ser querido. Somos bendecidos cada día por la oportunidad de tener familia; con todo y la locura que caracteriza a cada una, o la diferencia de criterios observables entre sus
miembros. A quienes Dios nos ha regalado la posibilidad de poder contar con una, aprovechemos de disfrutarla, luchar por ella si sentimos que está resquebrajada o herida.
No hay familias perfectas. La imperfección es parte de la matriz de toda familia, porque la conforman seres imperfectos; pero precisamente esa imperfección, esa locura, esa diferencia constante que la envuelve, es lo que la hace una obra de arte en ejecución. Es el reto que Dios nos ha puesto a cada uno para crecer, aprender y evolucionar. La familia, más allá de aquel lejano enunciado que la describía como “la célula fundamental de la sociedad”, es el espacio en el cual podemos crecer a partir de la diferencia, y esa diferencia precisamente se hace menor cuando hacemos parte de la cotidianidad, el abrazo como mecanismo que tiende puentes, acerca, conecta y fortalece la estructura de ese equipo que Dios ha unido a través de la sangre y los afectos.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
humbertoluquemendoza@gmail.com