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Jesucristo en Bluyín y Franela
Lunes, 4/12/2023 No sabemos el día ni la hora de nuestra partida. Hace unos días, a propósito de la muerte inesperada de alguien cercano, vinieron a mi mente algunos pensamientos en torno a la idea de lo efímera que es la vida. Y en ese orden, pensaba, que valdría la pena ejercitarnos en la tarea de ser felices a cada momento, sin esperar que ocurra algún evento extraordinario que dispare esa felicidad. En ese sentido, la invitación no es a vivir o experimentar una dicha histérica o desquiciada que no tiene ni siquiera sentido, sino una que surja a partir del disfrute de las pequeñas cosas como las que se expresan en la compañía de la familia y amigos, o el hacer aquello que nos hace sentir plenos. Precisamente, mientras hacía una revisión rápida de mi historia personal, traté de aproximarme a aquellos momentos que me han hecho sentir feliz en algún momento de la vida.
Y en seguida se me disparó el entusiasmo, las ganas de meterle corriente a la existencia y proyectar acciones que me motiven a seguir adelante y a disfrutar el recorrido vital. Sin embargo, por estos días, pareciera que la felicidad es escurridiza. Hay muchos estímulos que atentan contra el disfrute del vivir, pero es en estas circunstancias no tan positivas que tenemos que ponerle más ganas a la tarea de ser felices. Para ello, es importante no improvisar. El hermano Alberto Linero se refería hace unos días al hecho que “la vida feliz no construye con improvisaciones”.
Señalaba en esa línea “que no se logra un estilo de vida satisfactorio, viviendo el día a día, con lo que vaya saliendo”. Señalaba que hay que saber planear la vida y hacerlo “con inteligencia, estabilidad emocional y con una actitud flexible”. Comparto totalmente esa visión. Debemos, desde el mismo momento que abrimos los ojos, proyectar el día con actitud de apertura a lo que ocurra. Asumiendo que la vida es un instante, que pasa fugaz. Si nos montamos en la tarea de no desperdiciar ese regalo en tonterías, peleas, o discusiones sin sentido, veríamos que es mucho lo que se puede aprovechar.
He ahí lo importante de prepararnos cada día ante la posibilidad que se agote el tiempo. El momento especial es el ahora. Si bien es cierto que uno no puede andar todo el día pensando en lo que está por venir, o en que se va a morir, tenerlo presente nos haría menos propensos a desperdiciar los instantes que tenemos. Hay que asumir con propiedad el timón de la vida, enfocarse y planear, en la medida de lo posible y las circunstancias, aquello que pueda planificarse y disfrutarlo. Sin caer en la visión extrema de planearlo todo y minuciosamente, no está demás proyectar el cómo queremos vivir, diseñar eso que algunos llaman un plan estratégico personal que delinee el camino a seguir, y que evite, en la medida de lo posible, la improvisación, o el tener que asumir la filosofía del “Mientras vaya viniendo vamos viendo”.
Debemos avanzar en la vida con la mirada puesta en el destino al cual queremos llegar pero recorriendo un camino que sea lo más grato que se pueda. Muchas circunstancias son impredecibles y ante ellas es poco lo que podemos hacer; no obstante, la actitud ante las mismas sí depende de nosotros y nuestra decisión, y Dios nos acompaña en ese camino.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
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