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Jesucristo en bluyín y franela
Viernes, 8/3/2024 Hace unos días estuve releyendo las líneas que escribí hace algún tiempo atrás, a propósito de una solicitud que me hicieran para una publicación. Aproveché ese espacio para hablar sobre anécdotas de Charallave, y hacer un reconocimiento a personas muy especiales por el aporte que brindaron a este municipio. Y hoy, a propósito de celebrase el Día de la Mujer, no quiero dejar pasar la oportunidad, nuevamente, para recordar a una mujer insigne de Charallave: Felicia Correa.
Esas remembranzas, reconozco me llenaron de nostalgia dado que hoy, con más dos décadas a cuestas de este siglo XXI, resulta imposible no pensar en lo que fue y aún no es nuestro pueblo de Charallave. Y es que, aún en la actualidad, carecemos de un centro asistencial público que haga posible la bienvenida a la vida de los lugareños. Es decir, no contamos con una maternidad o algo que se le aproxime. Sin embargo, la historia nos recuerda que, a pesar de esa falta, la medicina, y los hombres y mujeres que tan dignamente han ejercido esa profesión, contribuyeron y contribuyen al margen de las limitaciones, a traer vidas al mundo.
Y de igual forma, mujeres sencillas, pero invaluables por su aporte al nacimiento y a la vida como lo fue la señora Felicia Correa, mejor conocida por los Charallavenses como la “Negra Correa”. Y es que hoy día traer niños al mundo, resulta una experiencia, cuando son bienvenidos, rodeada de alegría y buenos deseos. Salvo fatídicas excepciones, las mujeres y las familias en general, se preparan para la llegada de sus hijos con entusiasmo, sabiendo que en un hospital o clínica, según la elección, estarán rodeadas de personas calificadas y de avances médicos que, gracias a Dios, han reducido satisfactoriamente los riesgos que en el pasado corrían las parturientas.
Esto sucede desde hace poco más de medio siglo, aunque me atrevería a decir que somos generosos al hacer tal señalamiento. Pero más atrás en el tiempo, es decir, a lo largo de siglos y siglos, las mujeres vivieron ese momento con tanto miedo que incluso las reinas hacían testamento ante la llegada de sus herederos. Por aquellos días, las mujeres ponían su vida y la de sus hijos en manos de una figura indispensable: la comadrona. Algunas famosas otras anónimas, las comadronas fueron, y en algunos lugares todavía lo son, indispensables a la hora del alumbramiento. Mujeres, sin estudios muchas veces, pero con un profundo conocimiento de métodos naturales paliativos del dolor y capaces de salvar vidas en situaciones que hoy en día no nos podemos ni imaginar.
En Cristóbal Rojas, por ejemplo, su presencia fue clave, y su labor encomiable fue determinante para hacer posible que mujeres sin centros asistenciales cercanos pudieran dar a luz. En una Charallave que hasta hace poco medio siglo aún conservaba calles de tierra, y en donde si aún en la actualidad, no cuenta con un Centro Materno Público, mucho menos en esos años. Lo único con lo que contaban sus habitantes, era un dispensario que por lo menos para cuando mi mamá nos dio a luz tanto a mi hermano Carlos como a mí, no tenía la capacidad para ofrecer el servicio de maternidad.
Por ello es que quiero aprovechar este espacio para hacer un reconocimiento a esas mujeres que facilitaron el trabajo de parto de muchas damas en nuestro estado Miranda, y especialmente en el Municipio que me vio nacer gracias a la señora Felicia Antonia Correa, “La Negra Correa”, mujer conocedora del noble oficio de traer niños al mundo. La “partera del pueblo”, según logré ubicar en alguna fuente viva, fue madre de varios hijos, e imagino que esa experiencia le permitió hacerse del conocimiento que le daría luego la experticia y sabiduría necesaria para manejar con la destreza de cualquiera de los mejores
obstetras, la existencia entre sus manos.
La señora Felicia, nacida en la población hermana de Ocumare del Tuy en el mes de mayo de 1910, vivió su vida entera en Charallave, y vio finalizada su vida a los 80 años de edad, un 6 de abril de 1990, cuando se marchó dejando marcado con su ejemplo de humildad, solidaridad y vocación de servicio, la vida de muchas familias que agradecen su apoyo para traer vida al mundo. En mi caso, le extiendo mi gratitud desde esta tribuna, por haber apoyado a mi madre en el nacimiento de mi hermano Carlos, y en el mío propio, lo cual me permite decir hoy con orgullo: Soy Charallavense.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
humbertoluquemendoza@gmail.com