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Martes, 14/01/2025
Las primeras imágenes de Jesucristo que encontramos en las catacumbas de Roma lo representan como el Buen Pastor, llevando sobre sus hombros una oveja. El origen de la devoción a la Divina Pastora se debe al padre Fray Isidoro de Sevilla, un religioso capuchino español nacido en 1662 en Sevilla, España. En 1681 ingresó en la orden de los capuchinos, se ordenó sacerdote en 1687 y se dedicó a la predicación.
Fue él quien comenzó a sacar la oración de los rosarios por las calles, y meditando pensaba que, si Jesús era el Buen Pastor, era natural que su madre, la Virgen, se le denominara como la Divina Pastora. La noche del 15 de agosto de 1703, mientras oraba en el coro detrás del altar mayor de la iglesia de los capuchinos de Sevilla, la Santísima Virgen lo premió con su favor, apareciéndosele con aspecto de Pastora, pidiéndole que predicara la devoción a ella bajo esta advocación.
Al día siguiente de la aparición, Isidoro se entrevistó personalmente con el famoso pintor Don Alonso de Tobar, a quien encargó la reproducción en un lienzo de lo que había visto. Fray Isidoro le dio al pintor una idea detallada de cómo debería ser el cuadro de la Virgen: en el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen Santísima sentada sobre una roca, irradiando su rostro divino de amor y ternura. Vestía una túnica roja, pero con el busto cubierto hasta las rodillas por una túnica blanca ceñida a la cintura y un manto azul terciado que envolvería el entorno de su cuerpo y caería hacia la derecha en la espalda. Llevaría un sombrero pastoril y junto a su diestra aparecería el cayado de su poderío. En la mano izquierda sostenía al Niño Jesús, y su mano derecha reposaba sobre un cordero que se acogía a su regazo. Algunas ovejas rodearían a la Virgen formando su rebaño, y todas llevarían en su boca rosas simbólicas del Avemaría.
El 8 de septiembre de 1703, el padre Isidoro presentó ante el pueblo sevillano el cuadro de la Divina Pastora, organizando una grandiosa procesión desde la parroquia de San Gil hasta la Alameda de Hércules. Secularmente, colocó el hermoso cuadro de la Divina Pastora cerca de un púlpito improvisado y predicó un sermón muy elocuente, con tanto fervor que el pueblo sevillano, conmovido y rebosando de entusiasmo, rompió en aclamaciones y cantos de amor a la hermosa Virgen.
A raíz de este acontecimiento, en 1720 se fundó en Sevilla la Hermandad de la Divina Pastora, que organizaba famosos rosarios en los que el estandarte de la Virgen como Divina Pastora era llevado triunfante por las calles de la ciudad. En 1729, el rey Felipe V y su corte llegaron a Sevilla, visitaron el convento de los capuchinos y al padre Fray Isidoro, y quedaron tan conmovidos con la devoción que la esparcieron por toda España.
El 7 de noviembre de 1750, vísperas del patrocinio de la Virgen, falleció Fray Isidoro de Sevilla, quien había mandado elaborar el estandarte de la Divina Pastora como su patrona y guía, porque él sabía que podía confiar en ella, ya que es la Madre de Dios y con Dios siempre ganamos.
Apostolado Mundial de la Virgen de Coromoto