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Martes, 22/4/2025 Desde que asumió el papado en 2013, Francisco fue un líder religioso que sorprendió al mundo con su cercanía, sencillez y carisma. Más allá de su papel como pontífice, su vida estuvo repleta de anécdotas que nos mostraron su lado más humano, accesible y genuino. Con humildad, siempre recordó sus raíces y jamás perdió el contacto con su esencia.
Uno de los aspectos más entrañables de su personalidad fue su profundo amor por el tango, ese género musical y danza tan característico de Argentina. En su juventud, Jorge Mario Bergoglio solía bailar con pasión este ritmo melancólico y elegante, y aunque con el paso de los años dejó de practicarlo activamente, nunca perdió el cariño por él. Asimismo, su pasión por el fútbol lo llevó a ser un ferviente seguidor del Club San Lorenzo. Durante su papado, recibió con alegría una camiseta firmada por Lionel Messi y la Copa Libertadores que el equipo de sus amores ganó en 2014, demostrando que, incluso desde el Vaticano, su corazón seguía latiendo con fuerza por su país natal.
Pero la vida de Francisco antes de su llamado al sacerdocio también estuvo llena de sorpresas. Desempeñó varios trabajos para ganarse la vida, y uno de los más curiosos fue el de portero en una discoteca de Buenos Aires. Esta experiencia le permitió conocer de cerca distintas realidades de la vida nocturna y desarrollar una perspectiva abierta y comprensiva hacia los demás, aprendiendo valiosas lecciones sobre la diversidad humana. También en su juventud, solía jugar en las vibrantes calles de su barrio, y recordaba con especial cariño a su catequista, la monja Dolores, quien con ingenio lo hacía memorizar las tablas de multiplicar mientras subía y bajaba las escalinatas del colegio, una imagen que marcó su infancia y ayudó a forjar su carácter perseverante.
La sencillez que caracterizo al Papa Francisco quedó claramente evidenciada en su peculiar forma de viajar. A diferencia de sus predecesores, él mismo cargaba su sobrio maletín negro en los vuelos papales. Cuando los periodistas, con curiosidad, le preguntaron qué llevaba dentro, respondió con su característico humor: "No es la llave de la bomba atómica", asegurando que solo contenía su maquinilla de afeitar, su breviario para la oración, su agenda de trabajo y algún libro de lectura. Esta actitud reflejaba su profunda visión de la vida: sin ostentación, priorizando lo esencial y sin perder nunca el sentido del humor, incluso en las alturas del poder.
Finalmente, entre sus hábitos más cotidianos y quizás sorprendentes para algunos, estaba su reconocida necesidad de tomar una siesta diaria para recargar energías y mantenerse activo en su incansable labor pastoral. Francisco nunca tuvo reparo en admitirlo públicamente, demostrando que, a pesar de la inmensa responsabilidad que conlleva su cargo, era un hombre como cualquier otro, con costumbres simples y necesidades comunes. Este rasgo, como muchos otros que hemos logrado recabar, lo hicieron aún más cercano y relatable a la gente, dejando un legado que trasciende su papado: el de un hombre de profunda fe, pero también de palpable calidez y genuina humanidad. Un pastor que, con su ejemplo de sencillez y cercanía, nos recordo que la verdadera grandeza reside en la humildad y el servicio desinteresado.
Adolfo Gelder
adogel@gmail.com