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En bluyín y franela
Los Valles del Tuy, 1/2/2024 Estos días están marcados por la angustia y la desesperanza. No obstante, debemos luchar para contrarrestar ese sentimiento. Quizá el pensar tanto en el futuro y el porvenir es lo que nos ha llevado a ese territorio de ansiedad que genera el no saber a ciencia cierta lo que ha de ocurrir mañana.
Ante ese panorama, lo mejor es quedarse en modo, como dice un amigo, “presente continuo”, que no es otra cosa que vivir a plenitud lo que se experimenta en el “aquí y ahora”. No tiene mucho sentido estar todos los días pegados en dos momentos inciertos, uno por haberse vivido y no poder corregirlo como es el pasado, y otro que ni siquiera ha ocurrido ni estamos al cabo de saber si llegará, como es el futuro.
Si quiere tener la mirada puesta en el mañana hágalo en términos de proyección, es decir, proyecte o delinee cómo le gustaría fuera ese mañana, pero sin colocarse camisas de fuerza que lo acorralen con expectativas que muchas veces no se alcanzan. Visualice ese futuro con la ilusión y la esperanza de lo que podría suceder. En la medida de lo posible haga un plan que pueda llevar a dibujarlo, y actúe cada día disfrutando de la ejecución de dicho plan. Pero ojo, cuando hablo de plan no es en los términos férreos que a veces nos imponemos. No. Es más bien como una hoja de ruta que sirva para evitar distraerse.
Ahora bien, cómo vivir en modo presente continuo. Pues, confiando, haciendo lo que corresponde. Dejándose sorprender por lo que trae cada día. Entendiendo que la incertidumbre es el plato central de la existencia y que cualquier cosa puede suceder desde el momento que amanece hasta que anochece.
Desde el instante que se abren los ojos, y se inhala y exhala aire, se abrió la compuerta que envía un mensaje claro a cada quien: “¡Mi herman@, estás viv@, así que, a jugar, a experimentar cada vivencia que Dios te pone al frente!”. La invitación es a abrirnos como niños a todo aquello que nos toque, y a no negar la emocionalidad que venga asociada: alegría, tristeza, angustia, desesperación, euforia… Todas son válidas, e igualmente pasajeras. Lo importante es actuar como lo hacen los pequeños, abiertos al mundo, a la aventura, y sin engancharnos mucho con cada momento vivido, sino más bien experimentándolo.
El futuro hay que verlo, o más bien esperarlo con la expectativa del bateador (hablando de béisbol) que no sabe con qué lanzamiento vendrá el pitcher; y la atención puesta en el cómo descifrarlo. En ocasiones se podrá. Otras no. Pero lo importante es seguir intentando y no dejar de jugar hasta que llegue el momento en que logres pescar ese lanzamiento que enviarás más allá de las gradas. Justo en ese momento, casi seguro, estará Jesús celebrando ese batazo de vuelta completa.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
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