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Jesucristo en Bluyín y Franela
Viernes, 15/9/2023 Qué difícil resulta dejar ir el pasado, personas, historias, realidades…No sé en qué va eso, pero hay seres humanos que tienen una facilidad para mantenerse estancados o anclados, mejor dicho, en esas vivencias positivas o negativas que experimentaron en
algún momento.
Resulta improductivo pasar día y noche recordando aquello que vivimos. Claro, hay momentos gratos que cuando se rememoran, traen felicidad pues permiten conectar con aquello que nos hizo sentir bien, pero hay otros que no siendo tan gratos o placenteros, generan precisamente lo contrario, dolor, tristeza, rabia, reavivan rencores y malestares que no tienen sentido.
Es por ello que quedarse estacionado en el pasado, haya sido bueno o malo, no conduce a nada, pues más bien genera una sensación de frustración que afecta la tranquilidad emocional de quien lo hace.
Vivir con la mirada puesta en el ayer, frena la posibilidad de experimentar el placer del tiempo presente. El apego a los afectos, a las historias que se encuentran asomadas en la ventana del pasado, nublan el paisaje que se abre en el “aquí y el ahora”.
Cuando nuestros pensamientos no hacen sino mirar por el retrovisor, con el halo de la nostalgia o la esperanza de algo que nunca ocurrió, lo que hacemos es privarnos de posibilidades; es como repetir constantemente un disco con canciones añejas que
fueron significativas en su momento, pero que no tienen en la actualidad mayor sentido.
Poder recordar, ver fotografías, rememorar los momentos agradables, es sin duda una forma grata de nutrirse de energía para seguir avanzando en nuestro recorrido vital; pero quedarse atrapado en ese ayer, en aquello que fuimos, en cómo nos sentimos, y en esa posibilidad o proyección de lo que pudimos haber sido, no expresa sino la negación de lo que puedes ser en la actualidad, con su dosis de incertidumbre necesaria para que la cosa no sea tan aburrida y predecible.
Ahora bien ¿es malo recordar o querer revivir los momentos vividos? Por supuesto que no. Eso es parte de nuestra historia personal y está grabada en la memoria; sin embargo, el problema se expresa en el instante en que esos recuerdos vienen recurrentemente y se vuelven una fijación que bloquea la vivencia del momento actual e impide disfrutar del instante que vivimos.
Para poder entonces ejercitarnos en el hecho de dejar ir ese pasado, y el apego emocional que pudiera implicar lo vivido, valdría la pena prestar más atención al mundo que nos rodea, con todas sus bendiciones asociadas; dejar de mirar el retrovisor y apuntar la mirada hacia adelante; perdonarte por aquello que hiciste si sientes que no estuvo bien o que pudiste haberlo hecho mejor; olvidar las ofensas y darle un giro a la página, sobre todo a aquellas que hablan de heridas y del dolor que te pudieran haber causado, y, finalmente, la invitación es a vivir un día a la vez, proyectando el futuro, pero centrado en un plan diario que haga posible el disfrute al máximo de la experiencia presente. Y, tranquil@, que Dios se encargará del resto.
Lic. Humberto Luque M. CNP 10.348
humbertoluquemendoza@gmail.com